tomatoes-73913_1280Tanto si trabajas en una agencia como si eres autónomo, habrás notado que la crisis marcó un antes y un después en el sector de la traducción.

Puede que algunas combinaciones de idiomas, sobre todo la de español–inglés, se hayan resentido menos del profundo hoyo en el que algunos han caído y del que no han conseguido salir del todo.

En cualquier caso, se mire por donde se mire, una crisis como ésta ha dado pie, como es natural, a ofertas de encargos “locura”, tipo diez mil palabras para mañana sin urgencia y a ver si puedes bajar un poco la tarifa (o, ya que estamos, si quieres te la hago gratis), hasta llegar en ocasiones a ser ofensivas, desencadenando una auténtica lucha de precios.

He oído de todo y, hablando personalmente, el abanico de ofertas de proyectos que pueden entrar a formar parte del libro de anécdotas del traductor es muy variado. Últimamente los encargos que se salen del canon que el traductor intenta defender por todos los medios son muy diversos. Es lo que en algunos casos se podría comparar con el trabajo de explotación en fábrica durante la revolución industrial. No son las diez mil para mañana, pero casi: “necesito diez mil para pasado a primera hora, el cliente no paga urgencia porque se ha equivocado, tiene este texto desde hace mucho tiempo, pero se le olvidó enviarlo a traducir y ahora se encuentra con que la documentación hay que traducirla y jurarla para que se pueda entregar al juzgado el viernes, que es el último día. Está agobiado, por favor, haz un esfuerzo, es un cliente muy importante y sabes que siempre te damos todo lo que entra…” Y mientras te cuentan todos los detalles e intentan camelarte, tú estás sintiéndote entre la espada y la pared, entre la necesidad de trabajar porque esa semana no te ha llegado nada y la desesperación, porque sabrás que ese día y medio, para llegar en plazo y entregar un trabajo decente, no tendrás tiempo ni de prepararte un plato caliente ni de dormir.

Es así, al fin y al cabo eres autónomo, cuando llega algo hay que cogerlo, pero ¿a qué precio?

¿A cuánto la traducción el kilo?

El precio de: “Oye mira, al fin y al cabo, vale, el plazo es apretado, pero es volumen…”

Y al final, según la necesidad o el hambre, acabas aceptando. Mejor un kilo de tomates hoy… ah, no, no era así el dicho, en fin, te pegas el palizón, porque por una vez no pasa nada. Luego cobrarás a sesenta días si tienes suerte.

Este caso es muy común, seguro que le ha pasado a muchos compañeros autónomos.

Pero la tendencia resultado de la crisis, de la demanda y de la oferta en el mercado es que cuando las agencias te piden tarifas, puntual e independientemente de las tarifas que les propones, siempre te dicen: “Se me va un poco, ¿podrías bajar…? Casi no tenemos margen.”

La verdad, no sé si creérmelo, porque me pasa muy a menudo y mis tarifas son tarifas de mercado.

¿Qué está pasando?

Para más inri te preguntan: “Usas trados, ¿verdad?”.

¿Perdón? ¿O sea que además de la rebajilla también me descuentas las repeticiones, en el supuesto de que las haya?

Pues lo siento, no me interesa. O si no tengo nada, me aburro mucho y solo estoy mirando al techo, pues puede que te coja algo, pero vamos, no te acostumbres.

Conozco agencias que pagan a seis y cobran a dieciséis. ¿Será posible? Y siempre regateando, como si en todo momento los genes árabes directamente relacionados con el “regateo” salieran a la luz pidiendo justicia (esto sin ánimo de ofender a nadie, por supuesto).

Soy la primera que intenta satisfacer las exigencias de la agencia y, por ende, del cliente final; sin embargo, es importante no olvidar:

1) Cuando vas al mercado a comprar tomates, ¿pides que bajen el precio en función del volumen?

2) Si se han acabado los tomates y no hay disponibilidad, ¿esperas a que lleguen o cambias de tienda?

3) ¿Por qué a un dentista o a un abogado no se le regatea y a nosotros sí?

Somos el activo principal de una agencia, somos su fuente de ingresos; si todos nosotros nos negáramos a bajar nuestras tarifas de mercado, el cliente final tendría que acabar aceptándolo y la agencia también.

Naturalmente, es un mercado libre en donde los “improvisados”, es decir, los que se dedican a la traducción de forma no profesional, como hobby o pasatiempo, están “dumpingueando” en todo el sector en detrimento de la labor profesional que estamos desempeñando.

Pero, digo yo, si te trabajan a dos, perfecto, acude a ellos, pero no me vengas luego con que hay que revisar una traducción que está mal.

¿Realmente los improvisados nos perjudican?

No lo sé, puede. Pero lo que sí sé es que si consideras que tu tarifa corresponde al “justo precio”, es decir, si crees que con ese precio entregas un trabajo bien hecho, estás satisfecho y puedes vivir de ello, pues ¡adelante!

No tiremos los precios, defendamos nuestra profesionalidad siempre.

Si, al fin y al cabo, para traducir más o menos está el google translator, una herramienta novedosa que aconsejo a todos que prueben, seguro que se llevarán grandes sorpresas.