El 31 de mayo tuve la oportunidad de participar e intervenir en una clase magistral en el Centro de Estudios Superiores Felipe II, facultad de traducción e interpretación. El profesor anfitrión organizó y moderó la charla de final de carrera, para que los alumnos tuvieran la posibilidad de ampliar su conocimiento adquirido en el curso gracias a la conferencia magistral del profesor invitado, y pudieran también escuchar la experiencia de algunos intérpretes en activo.
Los alumnos que salen de universidades supuestamente especializadas en interpretación simultána y traducción deben tener, supuestamente, un grado de conocimiento avanzado en al menos dos idiomas y, supuestamente, también una motivación que les lance al mundo laboral siendo ellos conscientes de lo que se van a encontrar. Es decir, todo esto es un supuesto.
No estamos hablando de carreras tradicionales, está claro; aún así se requiere un mínimo de cultura general, interés por los idiomas como expresión de la cultura de referencia, interés por el mundo que nos rodea, etc., etc.
Antes de entrar en una cabina en situación real, tengas 2, 5, 10 o 30 años de experiencia, la sensación siempre es la misma: algo de nerviosismo, expectación y ganas de hacerlo bien.
Los pensamientos más comunes son: ¿qué nos espera hoy? ¿Cómo hablarán? ¿Leerán? ¿Hablarán a toda pastilla? Y esto en caso de que nos manden la documentación y nos podamos preparar un poco. En caso contrario, la aventura se hace más arriesgada y estamos tensos como una cuerda de violín, al menos al principio (quien no lo esté, puede que le haya perdido el respeto al oficio y que le dé igual jugársela o no).
Ahora bien, todos tuvimos nuestro bautizo de fuego y ahora los que estamos en activo nos respaldamos detrás de los años de experiencia para sentirnos más fuertes y seguros, porque algo hacen, es verdad.
Pero ¿qué decir de los pobres alumnos que empiezan ahora, que se asoman con la cabecita al mundo de la interpretación y de la traducción sin ni siquiera tener claro cuáles son sus límites?
Bueno, pobres alumnos hasta cierto punto. Me explico. En un turno de preguntas en la clase de traducción, el profesor invitado preguntó a un alumno: ¿Qué diccionarios utilizas?
A lo que el alumno contestó: El diccionario X bilingüe. ¿Y luego? ¡Y luego está internet!
Claro, internet, la gran panacea. Desde luego facilita mucho la búsqueda de términos “raros” que no aparecen en ningún diccionario. Pero ¿realmente sabemos buscar en internet? Y los engaños y errores en la web, ¿sabemos cómo no caer en la trampa y evitarlos?
Con un solo diccionario, la verdad es que es imposible traducir, y creo que sería imposible incluso con veinte diccionarios, porque siempre nos encontramos con términos que no están recopilados, términos nuevos, términos medio-inventados, etc.
¿qué hacer sin internet?
Cómo decirles a los alumnos que salen de la facultad con su título en la mano que no basta con un diccionario, que no basta con el título, que no basta con haberse pasado allí cuatrooo años de su vida para ser traductor o intérprete.
Cómo decirles que entrar en una cabina o abarcar un texto significa leer constantemente en dos idiomas cualquier tipo de libro, texto o material, estar todo el tiempo diferenciando entre tu propio idioma y la lengua a la que vas a interpretar o a traducir.
Sudé mucho más de siete camisas para crear en mi cabeza una división neta entre mi italiano y mi español, entre mi italiano y mi inglés, y todavía me queda. Sudé sangre para llegar a traducir de todo sin saber de nada, y sigo haciéndolo. El camino es infinito como lo son las lagunas de cada uno, pero saber que las tenemos es una baza para intentar superarlas.
El consejo que podría darles a quienes se asoman a este mundo laboral se podría resumir en unos cuantos puntos:
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tener una motivación muy bien radicada y sobre esa motivación construir un recorrido por objetivos;
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seguir leyendo e informándose;
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aprender a buscar en la red, a consultar varias fuentes a la vez sin conformarse con la primera que puede encajar;
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dejarse ayudar por compañeros con más experiencia y comparar conocimientos y métodos de trabajo hasta encontrar el propio;
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no desmoralizarse nunca;
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no creer nunca que se ha llegado;
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y podría seguir…
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